Es tan largo el tiempo que no se sabe ni donde empieza ni donde acaba, o si, si tenemos en cuenta la moderna, ya casi antigüa, teoría cósmica del Big-Bang, donde comienza en el mismo instante en que la singularidad explosiona creando un universo de materia que ocupa un espacio y que se va agrandando con el paso del tiempo.
Nuestra memoria personal a veces se solapa en el tiempo y no sabemos si una cosa nos pasó antes o despues que otra, o recordamos cosas que en realidad nunca ocurrieron, pero que asimilamos como si nos hubieran pasado de verdad, o bien guardamos imágenes fijas, de nuestra infancia, que no se nos van de la cabeza por mucho tiempo que haya pasado, o un olor nos devuelve a un pasado remoto donde todo era maravilloso y todo estaba por hacer.
Hay quien la pierde poco a poco y para siempre, la memoria se va disolviendo como un azucarillo en una taza de café hasta que no queda nada de la persona en la que habitó y que la utilizó de la manera más natural sin darse cuenta de la herramienta tan prodigiosa que tuvo en su cabeza.
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El paso del tiempo se va trenzando y aplastando allá al fondo, creando una maraña de historias, imágenes y sucesos y nosotros vamos caminando sobre ese tejido de la memoria sin saber cuando acabará finalmente.
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